Nagorno Karabaj-Artsaj se encuentra en un punto de cruce
histórico-geográfico de múltiples realidades que convergen en la actual
encrucijada internacional. Podemos encontrar allí un "caso testigo",
como tardío remanente de las luchas por la constitución de estados
nacionales democráticos en el sistema interestatal de posguerra, luego
de la finalización de la Segunda Guerra Mundial de la que estamos
recordando en estos meses los 70 años.También es un caso que forma parte
de las luchas por la autodeterminación nacional que se produjeron tras
el fin de la Guerra Fría, como legado de las luchas inter-imperiales del
siglo XIX y primeras décadas del siglo XX.
Evoca el "estado de
intemperie internacional" tras la descomposición de los imperios y con
el desencadenamiento de las dos guerras mundiales, escenarios de los dos
mayores genocidios y de la hecatombe de la civilización europea,
cataclismos de la humanidad -el Genocidio Armenio y el Holocausto judío-
de los que también conmemoramos este año cifras redondas- el centenario
y los 70 años de su reconocimiento histórico. Allí estamos, y aquí
estamos, armenios, judíos, palestinos, sirio-libaneses, bosnios, kurdos,
europeos y africanos, asiáticos y latinoamericanos "de aquí" y "de
allá"; sobrevivientes y presentes en los desfiladeros de la modernidad,
allí donde se juegan los ideales de la revolución democrática, las
luchas por la dignidad humana, los derechos humanos, la libertad, la
igualdad y la fraternidad.
Es un "caso testigo" de la crisis,
sino descomposición, de ese mundo estado-céntrico e inter-estatal
edificado hace 70 años sobre las ruinas del anterior. Una geografía
política ensombrecida por la reaparición de realidades que se creían
irrepetibles: cruzadas y choques étnicos o religiosos que producen
matanzas, catástrofes humanitarias en gran escala, pueblos desarmados a
merced de señores de la guerra y mercaderes de la muerte, éxodos
bíblicos...En el punto de cruce -en la encrucijada- entre ese mundo que
nos deja y aquel que emerge se sitúa un concepto, que es fruto tanto de
la evolución del derecho internacional, de la propia noción de "sociedad
civil internacional", como de las catástrofes y amenazas que ni los
estados nacionales ni la ley internacional ni los poderes globales
logran evitar. Y que exigen otras respuestas: "La responsabilidad de
proteger".
Una obligación que concierne a los estados, pero que
puede escapar a su dominio; que concierne a los organismos
internacionales, pero -sabemos- éstos no alcanzan a garantizar. Un
propósito que en ese punto, vuelve sobre su sujeto -las propias
comunidades en peligro-, los pueblos como sujetos de Derecho. Un
principio que nos remite al "Derecho de gentes" originario del derecho
internacional moderno.
Sabemos que nada ha reemplazado a los
Estados nacionales como forma más avanzada del orden político
contemporáneo, tanto para las comunidades humanas que viven en su
interior, como en el ámbito internacional, para garantizar la paz, los
derechos humanos y la democracia. Pero sabemos también que ese orden
interestatal que llamamos "westfaliano" se resquebraja y coexiste con
entidades, fuerzas, realidades no estatales y transnacionales. ¿Cómo
logra un pueblo rodeado y atravesado por estas realidades preservar y
desarrollar su existencia? ¿Cómo logra una democracia con un precario
estado sobrevivir y desarrollar su existencia?
Preguntas
cruciales como estas forman parte de la existencia misma de Nagorno
Karabaj. Acaso un anticipo de realidades que se pueden multiplicar en el
escenario internacional. Y que, en todo caso, nos interpela sobre los
modos en que observamos los principales desafíos actuales, los prismas y
categorías que utilizamos, las teorías y modelos de análisis y
comprensión, y finalmente nuestro compromiso y nuestro juicio ético
sobre estas realidades acuciantes.
El "choque de civilizaciones"
que describió Samuel Huntington hace veinte años, finalmente se está
dando. Pero no entre geografías humanas definidas por sus identidades
étnicas o religiosas, sino al interior de ellas. Entre quienes asumen y
viven la universalidad de los derechos humanos como premisa y quienes la
niegan y conciben su lugar en el mundo desconociendo o negando el lugar
de su vecino. Nagorno Karabaj, esa porción mediterránea enclaustrada en
el Cáucaso, amenazada por un Estado hostil, está en uno de esos bordes
en los que se juega el destino de nuestro mundo tal como lo hemos
concebido hasta hoy. "Nadie es una isla, completo en sí mismo", escribió
Hemingway en "Por quién doblan las campanas". Como personas, como
pueblos como parte de una humanidad plural y diversa, en cada lugar
podemos encontrar aquello que nos diferencia, o aquello que nos asemeja y
nos aleja y nos acerca a nuestro vecino más cercano o más lejano. La
República de Nagorno Karabaj es un pequeño testimonio de lo que
representa la defensa de esos valores y principios universales.
Fabián Bosoer
Periodista
y politólogo. Fue observador independiente en las elecciones de la
República de Nagorno Karabaj en julio de 2012. En 2005 recibió una
distinción por parte del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica.