"Este modesto recorte de la inconmesurable tragedia de la Argentina signada por los 30 mil desaparecidos y la enorme legión de exiliados y presos políticos que alcanzaron a sobrevivir a la masacre pretende rescatar del olvido, cuanto menos, algún aspecto de esas veintidós vidas jóvenes, silenciadas por los crueles métodos de la intolerancia".
"Veintidós vidas" es un libro que relata la historia de veintidós desaparecidos de origen armenio durante la última dictadura argentina, trazando paralelismos constantes con sus biografías familiares como descendientes de los sobrevivientes del Genocidio Armenio.
La investigación, publicada por Ediciones Ciccus, fue realizada por Cristian Sirouyan, periodista del diario Clarín y actualmente editor del suplemento Viajes. Intercalando cada historia, el libro cuenta con distintas reflexiones de Eduardo Jozami, quien fue director del Centro Cultural Haroldo Conti en la ex ESMA, los periodistas Ariel Scher, Magda Tagtachian y Mariano Saravia, Pedro Mouratian, experto consultor del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el compositor Santiago Chotsourian, la escritoria Ana Arzoumanian, el abogado y exjuez León Arslanián y un extenso epílogo del profesor Khatchik DerGhougassian, entre otros.
"Sin justicia, las consecuencias del genocidio siguen teniendo vigencia y hasta la decisión de reflotar estas historias como si no fueran actuales también perfila una forma de negacionismo", dice Sirouyan al comienzo del libro. Y es que el tema se encontraba, hasta ahora, invisibilizado dentro de la comunidad armenia. Sobre el final de la investigación, Khatchik DerGhougassian explica que "el tema de los desaparecidos armenios en la comunidad ha sido un tabú aún después del regreso de la democracia" y se pregunta acerca de "la desaparición del tema de los desaparecidos armenios de la memoria colectiva de la comunidad en primer lugar, de la diáspora por consecuencia, y, finalmente, del Estado armenio". En diálogo con la agencia Prensa Armenia, el autor intenta responder a esa pregunta.
- ¿Cómo surgió la idea del libro y cuál es el objetivo de "Veintidós vidas"?
- A partir del conocimiento de los casos de jóvenes descendientes de armenios que habían sido asesinados o desaparecidos por la Triple A o por la dictadura del '76 al '83, el primer disparador para el proyecto del libro fue la comprobación de que se trataba de un tema tabú, absolutamente desconocido por el grueso de la comunidad armenia local y la necesidad de ser visibilizados y escuchados que tenían sus familiares.
El trabajo final apunta a dejar un testimonio para las nuevas generaciones, no solo de armenios, porque de alguna manera es un homenaje desde una perspectiva no abordada a los 30 mil desparecidos. También busqué trazar un paralelismo entre los dos genocidios (el sufrido por los armenios en 1915 y el de la Argentina de los años '70), la terible doble tragedia que atraviesa de por vida a una veintena de familias armenias de esta parte del mundo.
- ¿Cómo te impactaron las historias de vida y cuál fue la que más te movilizó?
- Todas las historias relatadas causan un impacto devastador, cada una con sus perticularidades y semejanzas, con las diferentes reacciones de los familiares: enojo con aquel ser querido que ya no está o con los victimarios, orgullo, desesperanza, optimismo de cara al futuro, resignación ante el dolor y la injusticia, etc..
De todos, el caso que indudablemente rompe con el molde, sin quitar nada de dramatismo a la tragedia, es el de Miguel Bezayan, de 22 años, de quien se sabe que desapareció antes del golpe cìvico-militar (el 1° de enero de 1975) por la acción represiva estatal, Nº de CONADEP 5836. No se sabe más nada. Es uno de los 783 casos registrados por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación de personas sin ninguna documentación recuperada ni denuncia o reclamo por parte de familiares o allegados ni testimonio de gente que los haya conocido.
- En el epílogo del libro, Khatchik DerGhougassian dice que "En el caso particular de los desaparecidos armenios, la pregunta no gira en torno a los desaparecidos mismos, sino más bien del silencio en torno del tema". ¿Por qué cree que hasta hoy, la comunidad prácticamente no habló sobre esto?
- Por un lado, el histórico silencio de la colectividad puede tener directa relación con los traumas y miedos heredados de los sobrevivientes del genocidio de 1915. "Mejor no hablar de esas cosas terribles" era una frase muy escuchada en círculos familiares y sociales comunitarias. Hay que añadir a ello que primaban los prejuicios y esos jóvenes eran señalados por el dedo acusador del "en algo andarían".
Pero en líneas generales la indiferencia o falta de interés por el tema replica lo que sucedió en gran parte de la sociedad argentina más allá del origen, credo o franja social. De la misma manera, desde los primeros esbozos de reparación a través de la acción de la justicia en tiempos de Alfonsín y especialmente a partir de las políticas de "Memoria, Verdad y Justicia" del kirchnerismo el velo se fue descorriendo y se avanzó bastante. A tal punto que incluso en el seno de la colectividad armenia el tema de los desaparecidos dejó de ser un motivo de interés para unos pocos. De a poco, los familiares (los más afectados por estas atrocidades) se sienten cobijados y reconfortados, al menos en parte.